viernes, 14 de marzo de 2008

Algunas reflexiones postelectorales

Zapatero volverá a ser presidente del Gobierno, tras la victoria socialista en las elecciones del pasado domingo. Fue una victoria clara, pero no rotunda. Ello nos lleva a hacer algunas consideraciones sobre el resultado y sobre el escenario político que se abre a partir de ahora.

–El triunfo socialista se ha debido más a una hábil campaña sobre el peligro de la derecha que al balance de gobierno, que no siendo pobre tampoco daba para muchas alegrías.

–Recurrir a asustar a la gente tiene mucho de injusto y hasta de demagógico. Pero el PP debería preguntarse qué ha puesto de su parte para que este tipo de campaña haya tenido éxito.

–El PP ha demostrado que tiene suelo electoral, pero que no va a pasar de ahí si no cambian mucho las cosas. Las primeras cabezas que han comenzado a rodar parecen indicar que el principal partido de la oposición ha comprendido que debe soltar ciertas amarras con el pasado reciente

–Sólo el tiempo dirá si se trata sólo de un gesto de cara a la galería y si el PP ha asumido realmente que el resentimiento y el mal perder son malos consejeros.

–Zapatero tiene cuatro años por delante de relativa tranquilidad, sobre todo si el PP abandona la estrategia de tensión extrema de la pasada legislatura. Puede que así se le vean más frutos a la gestión del Gobierno socialista.

–Zapatero puede gobernar perfectamente en minoría, con pactos puntuales para cuestiones concretas. El resultado le da para ello. Sin embargo, tras la agitación de los últimos cuatro años, parece querer blindarse mínimamente la tranquilidad.

–Ello no significa necesariamente que entren otros partidos en el Gobierno. Zapatero, que durante la campaña proclamó por activa y por pasiva que quería un ejecutivo monocolor, parece querer únicamente un apoyo externo que no deba negociar en cada ocasión.

–Pero puede optar por la menor si el precio a pagar resulta demasiado alto. A fin de cuentas, los acuerdos con los pequeños partidos del Congreso pueden serle más asumibles y cómodos que ciertas ententes con repercusiones en otras instituciones, leáse Catalunya.

–CiU debe aclarse sobre si pretende entrar el Gobierno o influir desde fuera. Y no dejarse llevar por la abstinencia de poder, que también es mala consejera.

–Zapatero no va a complicarse la vida “entregando” la Generalitat de Catalunya a quien pudiera convenir. Pero no por consideración hacia el PSC, al que sacrificaría sin dudar si de ello dependiera su reelección, sino porque no lo necesita. Tiene alternativas más sencillas.

–El PSC, no obstante, se está poniendo la venda antes que la herida. No lo hace, ciertamente, porque su espectacular resultado haga difícil plantearle ciertas exgiencias. Lo hace porque el traspié de ERC crea un escenario en el que no es disparatado imaginar un adelanto electoral en Catalunya.

–Esas hipotéticas elecciones, que no llegarían como mínimo hasta después del verano, podrían proporcionar encajes que por ahora parecen inviables. De ahí las alarmas despertadas en el sento del tripartito.

–Del resto del resultado poco puede comentarse aparte la cuasi-desaparición de Izquierda Unida del panorama político español. Estamos ante una fuerza que resulta perjudicada objetivamente por el bipartidismo y por la fórmula proporcional vigente. Pero que tampoco ofrece una alternativa al voto útil.

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