viernes, 11 de abril de 2008

Zapatero 2.0


La reelección como presidente del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha cumplido esta semana el trámite de la investidura en el Congreso. La necesidad de una segunda votación, aunque tiene una cierta lectura, no ha sido más que un mero detalle técnico, ya que la reelección estaba más que asegurada. Por eso, los contenidos de la investidura han pasado a primer plano, lo que era muy necesario dada la situación de crisis general que vivimos y que no puede ocultarse ya por más tiempo.

Lo de la segunda votación no tiene ninguna trascendencia práctica, aunque constata que Zapatero no ha sido capaz de concitar otros apoyos para su Gobierno. En realidad, es incluso dudoso que el presidente del Gobierno los quisiera. Como dijimos aquí tras las elecciones, Zapatero no pretendía otro gabinete que no fuera uno monocolor de su partido. Y que pese a manifestar querencia por pactos estables, preferiría ir trampeando durante toda la legislatura que asumir acuerdos a alto precio.

Además, hace cuatro años a Zapatero le votaron “gratis” casi todos los grupos minoritarios, bajo el efecto psicológico del 11-M y de la desastrosa gestión, por llamarla de alguna forma, que hizo el PP de aquella horrible crisis. Afortunadamente, las elecciones de hace un mes fueron, pese a la profusión de insultos, mucho más normales. Y la legislatura que comienza, aunque ello está por ver, apunta un clima ligeramente más sosegado.

El discurso de investidura, por su parte, fue bastante vago, aunque se anunciaran medidas de choque para paliar la crisis económica. Para ser honrados hay que decir que la falta de precisión es un defecto connatural a un tipo de discurso que debe tocar muchísimos temas sin durar tres días seguidos. Pero también hay una diferencia entre esto y no decir nada.

De la intervención de Zapatero, en este sentido, casi solo se salva el reconocimiento fáctico de que hay una crisis. No lo dijo exactamente así, e incluso intentó inyectar optimismo, o al menos camuflar las peores cifras. Pero cuando Zapatero hablaba de medidas de choque, se le entendía a la perfección. ¿Serían necesarias medidas de este tipo si estuviéramos atando a los perros con longanizas?

Un mérito hay que reconocerle al Gobierno saliente. Su prudente gestión económica durante los últimos cuatro años ha creado un superávit que ahora va a permitir encajar la crisis sin subidas de impuestos y sin tocar el gasto. Esto no es un mérito excepcional, ya que cualquier otro gobierno habría conseguido resultados parecidos, ya las políticas económicas de unos y otros tienen diferencias cosméticas. Pero tampoco ha sido obra del Espíritu Santo.

Otra cosa es que dé la sensación de que tirar de las reservas es una solución de emergencia, de aquellas que ponen un parche provisional sin ir al fondo de los problemas. Es probable que así sea, aunque algunas medidas de las propuestas por Zapatero sean populistas o tengan enunciados brillantísimos (sin mucho contenido real que digamos).

Como mínimo, hay que reconocer que Zapatero ha acabado diciendo las cosas y reconociendo, más o menos abiertamente (menos que más) que tenemos un problema. Que después cumpla... El presidente del Gobierno tiene fama, justificada en parte, de no cumplir sus promesas. Y lo que dijo en la investidura no tiene porque corresponder luego con la realidad. No sería la primera vez. Pero algo es algo.

También hay que reconocerle al líder socialista que quiera tomar medidas amparadas en el diálogo social. Se acercan tiempos difíciles y es mejor pactar los sacrificios que haya que pedir. Pero que no se corte el Gobierno si los acuerdos con sindicatos y empresarios no avanzan. Las medidas a tomar son urgentes y, en el peor de los casos, gobernar significa la exacta definición de la palabra.

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